sábado, 13 de noviembre de 2010

Déjame llegar...

He estado en tantas situaciones que ya nada me sorprende, me espero todo de la vida, desde la mejor de las sonrisas hasta la más amarga lágrima. Intento ir con la cabeza alta, sonriendo y sin dejar que se vea lo que de verdad siento, pero a veces eso es muy difícil, tan difícil que yo mismo termino delatandome pero ¿Qué hago? Hay sentimientos imposibles de ocultar, sentimientos que intentan sobrepasar muros altísimos, que intentan derrumbar grandes obstáculos, sentimientos que hacen lo que sea para colocarse en la prímera línea de carrera, algunos llegan a la meta, otros sufren accidentes durante la carrera y no pueden conseguir su objetivo, es ahí cuando el ser humano comienza a desvanecer, cuando el corazón comienza ha extrañar ciertas cosas que habían pasado desapercibidas. Entonces me aislo del mundo, viajo a otro lugar apartado de esta realidad inicua que tanto mal me hace, empiezo a pensar y me doy cuenta que todo puede tener una solución, que suelen ser soluciones en las cuáles tienes que tomar una decisión difícil pero es la única manera de seguir con la suficiente gasolina para llegar a la meta. Ahora comienzan las miradas, comienza ese deseo irrefutable de abrazarse, esas sonrisas en las cuáles se dicen todo y como no, esas ganas de comerse a besos, cuando todo eso es correspondido, por arte de magia el depósito se llena hasta arriba y tenemos la suficiente gasolina para llegar a la meta, incluso nos sobra para darnos una vuelta y contemplar el paisaje con más tranquilidad. Yo, no puedo decir que será de mí mañana, solo sé que quiero volver a llenar mi depósito a través de sonrisas y miradas en secreto para así dar la vuelta con toda la paciencia del mundo ¿Me acompañas?

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